En la actualidad, como ya sabemos, existen muchos tipos de cristales, además de diferentes productos con sus respectivas propiedades. En el caso de los parabrisas, desde hace casi cien años la norma es el uso de cristal laminado. Este impide que, en caso de impacto, estalle en pedazos que puedan herir a los ocupantes del vehículo. También desde los años treinta se popularizó el uso de butiral de polivinilo, que evitaba la decoloración del cristal con el paso del tiempo. En este artículo vamos a centrarnos en un tipo de cristal que por el nombre quizás no nos suene tanto. Y sin embargo, lo usamos a todas horas casi todos los días. Hablamos del Gorilla Glass, un producto creado por la empresa Corning.
De entrada, el Gorilla Glass no es el cristal que encontramos en los parabrisas o lunas de nuestros coches. O al menos no habitualmente. Es el cristal que encontramos en las pantallas de nuestros smartphones. Se calcula que en todo el mundo unos 4,5 billones de dispositivos electrónicos equipan Gorilla Glass en la actualidad. No solo se limita a smartphones, sino también tablets, relojes inteligentes y otros aparatos. Gracias al tratamiento químico al que se somete, no solo cuenta con una durabilidad superior, sino también es más ligero y visible.
Ahora bien, ¿hasta qué punto es viable encontrar Gorilla Glass en los parabrisas de nuestros coches? Diversas marcas y fabricantes están trabajando en ello, dadas las propiedades que ofrece con respecto a los parabrisas laminados convencionales. Incluso ha encontrado la manera de introducirse en un superdeportivo de referencia, más coche de carreras que de calle…
¿Cómo se fabrica?
El Gorilla Glass utiliza de base un parabrisas convencional, dándole un baño de sal derretida. Esto causa una reacción química en la cual el ion de sodio de la superficie es reemplazado por iones de potasio, según Anthony Volk Glass. Este cristal tratado en sal será la capa intermedia de un sándwich de cristal laminado. Esta capa tiene un grosor de tan solo medio milímetro, siendo un 75% más ligero que el cristal al que reemplaza. El resultado final es un cristal más delgado, ligero y resistente. El parabrisas más resistente hasta la fecha – sin contar los casos de vehículos blindados.
Se calcula que con un parabrisas de Gorilla Glass los conductores tienen un 50% menos de riesgo de tener que reparar o sustituir el cristal. Su resistencia es mayor frente a objetos que puedan volar en la carretera e impactar en la superficie del parabrisas. Pequeñas piedras u objetos a gran velocidad que pudieran provocar la aparición de grietas o fisuras. Además de la capa interior reforzada, lleva una capa intermedia termoplástica absorbente de ruido y un vidrio recocido como capa externa según Carglass.
Un parabrisas habitual tiende a pesar unos 18 kilogramos. En cambio, el Gorilla Glass ahorra un 40%, por lo que la pieza pesa unos 10 kilogramos. Esta disminución de peso afecta al rendimiento del coche, en primer lugar dándole un extra en maniobrabilidad así como en eficiencia a la hora de frenar. Cuanto menos pese un coche, menos le costará a las pastillas y discos de freno parar toda la masa en movimiento. Por otro lado, un coche más ligero hace que el motor tenga que hacer menos fuerza. Es decir, reduce tanto el consumo de combustible como las emisiones de CO2. La otra ventaja es la mejora en la visibilidad. Es un cristal que no crea distorsión en la visión. Según los expertos, su claridad óptica es el triple de lo habitual.
¿Qué coches lo montan?
Si hay una marca que ha confiado en el Gorilla Glass desde hace varios años, esa es Ford. La instaló en uno de sus modelos más únicos de su longeva historia: el Ford GT de 2016. Este coche no es un superdeportivo normal y corriente, si es que alguna vez lo son. Se trata en realidad de un bólido nacido para las carreras, tanto es así que se concibió primero el modelo de competición. El Ford GT, en efecto, el sucesor del mítico GT40, logró ganar ese año las 24 Horas de Le Mans en la categoría GTEPro. De esta manera, 50 años después de la primera victoria del GT40, el GT conseguía triunfar en la mítica carrera francesa.
Para aligerar el conjunto, Ford instaló el Gorilla Glass en el Ford GT de producción en serie. Que, pese a ser matriculado, heredaba la mayoría de elementos del de carreras. El resultado fue un coche que ahorraba 5,4 kilogramos con un cristal más flexible de lo habitual. Además de ser resistente a arañazos, era capaz de soportar daños de granizadas gracias a esta flexibilidad.
El Ford GT no es el único deportivo de altas prestaciones donde se ha visto Gorilla Glass. Más adelante, Porsche utilizó Gorilla Glass en las ventanas laterales y traseras de su 911 GT3 RS. McLaren también lo incorporó a las puertas de su 720S. Ford lo ofrece también en el actual F-150, la mítica camioneta, así como los Jeep Wrangler más modernos. Mopar, la empresa de piezas de posventa del grupo FCA (ahora unido a PSA a través de Stellantis), ofrece cristales Gorilla Glass de recambio para todos los Wrangler fabricados entre 2007 y 2018.
Útil para la tecnología del mañana
Además de los modelos mencionados, la propia Corning presentó a principios de 2017 su propio coche eléctrico equipando Gorilla Glass. Tanto el parabrisas como el techo solar, la luneta trasera, el cuadro de mandos y la pantalla táctil hechos de este cristal. Para un coche eléctrico, contar con cristales más ligeros es un aspecto muy interesante ya que a menor peso, aumenta su autonomía. El uso de cristal en la estructura de los coches modernos es más abundante que antes, ya que ayuda a reducir el peso del conjunto.
El techo solar cuenta con una capa de opacidad. Si el conductor lo desea, el techo solar puede bloquear la luz, de modo que desde fuera se vuelve opaco. En cuestión de segundos pasa de ser transparentes a que apenas se vea nada desde el exterior. La claridad de este cristal también permite ver películas en la pantalla e incluso mostrar información en el parabrisas. Con la tecnología holográfica cada vez más desarrollada, puede ser de ayuda a que los parabrisas sean los HUD del mañana.
Inconvenientes
El principal inconveniente de ello es bien simple: su precio. Es mucho más costoso que el parabrisas laminado convencional. En el caso de smartphones, Tablet y similares, se trata de piezas pequeñas que se fabrican a gran escala. Sin embargo, con los parabrisas no es así.
Quizás para los superdeportivos mencionados antes, que la factura aumente unos cientos de dólares no es tan notable. Pero para coches más modestos sí. Por ejemplo, un parabrisas Gorilla Glass para el Jeep Wrangler cuesta unos 700 dólares en lugar de los 410 de uno normal. En el caso de la Ford F-150 la diferencia es incluso mayor: de 430 dólares a 900 dólares, más del doble. Si se necesita compatibilidad con espejos traseros, sensores de lluvia, head-up displays y sistemas ADAS que requieran el uso de cámaras, el precio aumenta. Por tanto, en función de las costumbres del usuario, igual no es tan buena idea utilizar Gorilla Glass. Ahora bien, si se vive en una zona con fuertes nevadas o se utiliza el coche para hacer recorridos offroad, quizás si sea una buena idea.
Independientemente de ello, la aplicación de cristales más ligeros, resistentes y más claros es un gran avance para la industria. El tiempo dirá si se vuelven más comunes, a medida que el avance en la tecnología vaya abaratando los costes. Los parabrisas, a la par que los coches, continúan evolucionando.
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