En artículos anteriores de MundoLuna hemos hecho referencia al gran peligro que supone la lluvia a la hora de conducir. No precisamente porque baje el nivel de agarre o adherencia a la carretera y podamos patinar. El gran problema es de visibilidad, pues la lluvia afecta de manera notable al caer continuamente agua sobre el parabrisas. Por esta misma razón, es importante tener tanto los limpiaparabrisas como sus escobillas en perfecto estado. Ahora bien, ¿cómo nos afecta la lluvia a la visión exactamente? He aquí la explicación científica, según se explica en un comunicado de Carglass.

El riesgo de sufrir un accidente en carretera si conducimos en lluvia es de un 70% superior, según las estadísticas. Prueba de que lo que afecta es la visibilidad y no el agarre es que la mayor probabilidad de lluvia es cuando llueve. Es decir, no cuando ya ha dejado de llover y tenemos asfalto mojado, con charcos que nos puedan hacer perder el control del vehículo. De hecho, si deja de llover es más fácil ‘leer’ la carretera para no caer en posibles trampas como esta.

Hemos de tener en cuenta, sobre todo, tres grandes factores para poder calcular el riesgo que supone la lluvia al volante. Es decir, cómo nos afecta a la visibilidad hasta el punto de elevar tantísimo la probabilidad de accidente. Esto se produce tanto con vehículos antiguos como con los más recientes aún con sus elevados sistemas de seguridad activa. Esto se debe a que se trata de factores que inducen a que se produzca un error humano con mayor facilidad.

Tres grandes factores

El primero de ellos es el ambiental. Cuando llueve, tanto por las gotas de agua como por el cielo encapotado de nubes grises o negras, hay menos luz ambiental. Además, las gotas de agua en el aire reducen la visibilidad horizontal. Esta es la distancia máxima a la que el conductor puede distinguir un objeto.

En segundo lugar, la lluvia cambia el entorno visual de los conductores. Esto se agrava aún más de noche, donde la visibilidad es menor o mucho menor, en función del tipo de coche. Filtra parte de la luz de los pilotos delanteros y reduce las zonas que se iluminen, tanto con cortas como con largas. También cambia la luz que se refleja sobre la carretera, de modo que el asfalto se ve más oscuro. De este modo, es más complicado ver si hay algo en el asfalto que nos pueda dar un susto. Además reduce las propiedades reflectantes de la pintura de la carretera, como las líneas que delimitan los carriles. Asimismo, disminuye el contraste entre objetos y su fondo y cambia la percepción visual de ciertas superficies.

El tercero y el más peligroso es cómo afecta la lluvia al conductor para poder ver a través del parabrisas. Las gotas de lluvia, según el estudio ‘Weather and transportation in Canada’, de Andrey y Knapper, distorsionan la luz y reducen el rendimiento visual. Incluso con los limpiaparabrisas funcionando a pleno rendimiento, la capa de agua es una capa no uniforme que distorsiona lo que vemos tras el cristal. Esto se agrava si tenemos grietas o arañazos en el parabrisas o está manchado con barro o grasa que pueda haber en la carretera.