Hoy día estamos más que acostumbrados a ver los parabrisas en nuestros coches. Son un elemento indispensable en vehículos de todo tipo, ya sean comerciales, de transporte o turismos particulares. No obstante, como el resto de la industria de la automoción, también los parabrisas han evolucionado de manera progresiva con el paso de los años desde el inicio de la automoción a finales del siglo XIX. De hecho, ni siquiera estaban en sus inicios.
En los comienzos los coches no utilizaban parabrisas, con sus estructuras sacadas o heredadas de los coches de caballos que aún se utilizaban en aquel entonces. El primer parabrisas apareció en 1904, siendo tan solo dos láminas de cristal – bajando una si se ensuciaba ya que no existía aún el limpiaparabrisas. Ni siquiera eran elementos de serie sino opcionales. Fue la marca Oldsmobile la que los implantó de serie en 1915. Ahora bien, estos primeros parabrisas no fueron bien recibidos ya que aguantaban poco y, con cualquier impacto, se partían en mil pedazos convirtiéndose en una amenaza para los ocupantes de estos primeros coches.
Un avance revolucionario y accidental
El francés Edouard Benedictus descubrió por accidente el primer cristal laminado cuando se le cayó al suelo un vaso cubierto con una capa de celulosa. El cristal se partió pero mantuvo su forma en lugar de resquebrajarse en mil pedazos. Este descubrimiento por azares de la vida daría lugar a una serie de avances en materia de seguridad.
Carleton Ellis patentaría una lámina de resina en los años treinta mientras que los fabricantes añadían una capa PVB (butiral de polivinilo) entre dos capas de cristal. Esto no solo hacía el cristal más resistente sino que además protegía a los ocupantes de los rayos ultravioleta. Otra función que cumplía era la de reducir el ruido de la carretera en una época en la que se usaba aún una tecnología muy rudimentaria.
También fue en los años treinta cuando se comenzó a utilizar cristal templado tanto en las lunas laterales como en los cristales traseros. Esta tecnología continúa utilizándose incluso en vehículos actuales, perfeccionando la técnica con el paso de los años. En caso de sumergirse en el agua por accidente, estos cristales pueden romperse para poder escaparse y salir a la superficie.
Diferentes diseños entre los años 30 y 50
En la misma época, Cadillac ofrecía modelos con un parabrisas dividido en forma de V que permitía balancearse al parabrisas. Por otro lado ofrecía un diseño único en un momento donde cada marca buscaba innovar en una industria aún joven. Chevrolet quiso responder a Cadillac con un parabrisas que se podía doblar. No obstante, el parabrisas de una sola pieza demostraría ser el superior por su fuerza e integridad de su superficie.
Para la década de los años cuarenta la novedad eran parabrisas que podían sacarse en una sola pieza con un golpe seco desde el interior. Esta característica era sobre todo útil en caso de emergencia. No obstante, quizás más significativo sería el avance de la siguiente década: parabrisas con superficie curvada. No solo esto permitía una infinidad de diseños de carrocerías, sino que también reducían los puntos ciegos en la conducción. También permitían un mayor espacio interior al reducirse el tamaño de los marcos de los parabrisas.
Años 60 y 70, en aras de la seguridad
En Estados Unidos se impulsó, con figuras como Ralph Nader a la cabeza, que las autoridades federales impusieran unos estándares de seguridad. Lo que se buscaba era mejorar la resistencia de los parabrisas así como claridad y límites en la penetración de los parabrisas. Esto llevó a que se creasen estándares como los FMVSS en los que se detallaba la resiliencia mínima que debía tener un parabrisas.
A partir de este punto la tecnología no sufrió un cambio revolucionario en años siguientes sino que fue evolucionando lo ya existente. Así fue como con el paso de los años los parabrisas se volvieron más resistentes y ligeros. También se integraron del todo como parte de la estructura del vehículo, siendo el soporte del techo. Se evolucionó la idea de cristales tintados para proteger aún más de la luz solar. Eso sí, se prohibió su uso para el parabrisas al no permitir que se viera desde fuera el interior, lo cual podría provocar problemas en caso, por ejemplo, de infracciones de tráfico.
También ha sido un paso importante para la seguridad el desarrollo de cristales blindados con capas extra y un mayor grosor. En función del nivel de seguridad, son capaces de detener uno o varios impactos de bala o incluso proteger a sus ocupantes de armas de gran calibre. Un ejemplo es el Audi 200 blindado que le salvó la vida a José María Aznar en 1995, el cual resistió la fuerza de la explosión del atentado y, aunque se partió, no se hizo añicos. De hecho, este mismo coche continúa en el mismo estado en el que quedó después del accidente.
Actualidad, nanotecnología y HUD de cara al futuro
Hoy día se le puede sacar un partido aún mayor a los parabrisas con la tecnología existente que ya tenemos en modelos de producción en serie como cristales que protegen de los rayos ultravioleta así como del calor (es decir, absorbiendo el calor para mantener más fresco el habitáculo) o aislantes del sonido. Estos últimos son más propios de coches de alta gama o Premium. La nanotecnología permite también desarrollar sistemas como graduar la intensidad con la que protege de los rayos ultravioleta o incluso poder repararse de manera automática de pequeños daños que pueda sufrir.
Conforme los sistemas electrónicos van dando grandes saltos adelante, también se plantea mayores usos para el parabrisas aparte de proteger a los ocupantes y ser donde el conductor recibe el 90% de la información acerca del tráfico. En la actualidad ya existen pequeñas pantallas llamadas HUD o Head-Up Display con la cual se ofrece información al conductor sin que este tenga que apartar la vista de la carretera.
Futuro autónomo
La tecnología de conducción autónoma está a la vuelta de la esquina y, cuando esté desarrollada, el conductor podrá soltar las manos del volante y realizar otras tareas además de guiar el coche. Aquí el parabrisas ofrece un gran número de posibilidades, pudiendo ser una evolución directa de la consola central, cada vez más grande y con pantallas de mayor tamaño en los coches de calle.
Por ejemplo, los sistemas de infoentretenimiento ya presentes en los coches actuales podría proyectarse en el parabrisas de modo que con mayor superficie los usuarios puedan manejarlo con mayor comodidad. También, con nanotecnología para oscurecer el parabrisas, podría utilizarse para ver una película a la par que los ocupantes se dirigen al destino y el coche navega de manera autónoma.
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