Los limpiaparabrisas son una de las piezas más simples que podemos encontrar en un coche hoy día. De hecho, es una tecnología que en su esencia se ha mantenido igual durante más de cien años. Desde su aparición hasta su introducción en producción en serie hasta nuestros días, ha funcionado de similar manera. Por tanto, podríamos esperar que sean de los elementos más baratos que podemos encontrar. Pero no siempre es así y en el mundo del automóvil siempre aparecen excentricidades.

Lo normal en unos limpiaparabrisas es que sean de plástico o un material similar, fácil de fabricar. Tanto en un coche de décadas atrás como en uno que esté en un concesionario en estos momentos no es una pieza con gran evolución. No es como los motores y mucho menos como las suspensiones y chasis de los coches de ahora, muchísimo más avanzados y refinados. Pero, ¿y si a algún fabricante se le ocurriera rizar el rizo complicando hasta los limpiaparabrisas?

Esto fue exactamente lo que hizo una marca singular, Bugatti, con un modelo más singular aún: el Bugatti Chiron Sport. Es una variante del Chiron ‘normal’, con un motor W16 8.0 con cuatro turbos capaz de generar 1.480 caballos de potencia. Ambos pasan de 0 a 100 en 2,5 segundos y alcanzan los 420 kilómetros por ahora. Ahora bien, el Sport trae unos cambios que le adelgazan en 18 kilogramos. En las imágenes puede verse como el brazo del limpiaparabrisas está fabricado en este liviano y resistente material. De hecho, buena parte del Chiron está hecho en fibra de carbono.

Tenía que ser Bugatti

El Chiron Sport lleva llantas ultraligeras, estabilizadora de carbono y…los primeros limpiaparabrisas de producción en serie. Estos son 1,4 kilogramos más ligeros que los del Chiron normal y sus puntas están hechas con aluminio impreso en 3D. Además, el Chiron Sport equipa un cristal trasero más ligero que el Chiron normal. El diseño del propio limpiaparabrisas también ha sido optimizado para ser lo más aerodinámico posible. La idea es ofrecer la mínima resistencia al viento, que es quien impide que se alcancen mayores velocidades punta. Y justo es eso lo que quiere el Chiron, el sucesor natural del mítico Bugatti Veyron. Su coeficiente aerodinámico es de 0,35 en modo velocidad máxima, 0,38 en modo normal, 0,40 en circuito y 0,59 en modo aerofreno. Esto es posible gracias a las diferentes configuraciones del alerón trasero.

También realizaron otros cambios, como una salida de escape más ligera y un modo de conducción que endurece los amortiguadores, pensado para circuitos. Por desgracia para la plebe, el limpiaparabrisas de fibra de carbono se encuentra en un coche difícil solo de encontrarse en la calle. Ya ni digamos en nuestro garaje.

Este monstruo de la carretera tampoco tiene un precio normal: de salida, costaba unos 2,65 millones de euros. Es decir, unos 250.000 euros más que el Chiron estándar, por llamarlo de alguna manera. ‘Poco’ en realidad si lo comparamos con el Chiron Super Sport 300+, limitado a 30 unidades en todo el mundo y con un valor que roza los cuatro millones de dólares.